De las primeras lecturas sobre el gran incendio de Chicago de 1871 sorprende la simplicidad del origen de los hechos en comparación a la magnitud de la catástrofe, así como las derivadas posteriores económicas, sociales, urbanas que generó.
La rápida recuperación y el crecimiento posterior de la ciudad, la situó al frente de los EE. UU., dominando un inmenso territorio a su entorno rico en solo y abundante agua, el “corn belt”. Esta impresionante reacción a la tragedia, alteró el equilibrio económico y social de la ciudad y de algunos estados del país, a la vez que llegó al todo el planeta.
Parece pues inverosímil que aquella inocente vaqueta, al hacer caer un quinqué, fuera la causante de aquella transformación, a pesar de que sea la historia oficial que ha quedado. No obstante, “una vez más pido que se me entienda bien!.’Aclarar’ no es ‘justificar’. ‘Entender’ no es ‘excusar’ “ (Vilar, 1992, página 123).
El origen de Chicago antes del incendio, a principios del siglo XIX, situada en el oeste del lago Michigan, es consecuencia del arraigo de un asentamiento comercial, dominando una extensa zona del centro norte de los EE. UU., rica en recursos naturales, casi despoblada.
La transformación territorial implementada a través del sistema de colonización de estas tierras ganadas a los nativos americanos, después del tratado de Greenville al 1795, forma parte de la historia del capitalismo norteamericano. El sistema consistió en el trazado de una infinita cuadricula de parcelas cuadradas de 50 acres donde se asentaba una familia. La malla situó un agricultor libre y en competencia económica de una manera extensiva en buena parte del país. Así se evitaba el latifundisme, la proletarización y como explica Josep Fontana, “la enclosure” británico llevó a miles de campesinos a abandonar el cultivo de sus tierras (Fontana, 2018, Página 51).
La colonización agrícola también provocó la sustitución demográfica de la población nativa americana, así como la transformación del paisaje de las verdes praderes y bosques desde los Apalaches hasta más allá del Misisipi, sembrando maíz por todas partes. El grano también sirvió para alimentar una importante industria ganadera.
Su excelente localización permitía el transporte de mercancías a través de los lagos a los puertos del este e intermediando el Misisipi hacia el sur. Pero seguramente no era suficiente por la capacidad productiva de este inmenso granero, de forma que, a mediados del XIX la aparición del ferrocarril aceleró el transporte de mercancías hasta puertos como Baltimore, a través de varias nuevas líneas.
Aun así, el ferrocarril hizo desarrollar núcleos industriales, como Detroit o Pittsburgh, alrededor de la industria del acero gracias a la existencia próxima de minas de carbón, la materia prima.
La producción agrícola del centro de los Estados Unidos, llegaba pues a Europa con una gran facilidad, por tierra con el ferrocarril y por mar con los vapores. Se así como EE. UU. inundó “” Europa de productos, haciendo caer este sector y costalero a millones de habitantes a marchar, provocando una gran oleada de emigración transatlántica de vuelta.
El caso de Chicago de finales del s. XIX es pues un claro ejemplo de un mundo ya interconexionado donde las situaciones de las agriculturas locales están influenciadas por factores lejanos (Fontana, 2007, página 3).
Los datos demográficos ponen de manifiesto esta gran transformación de la ciudad, que pasó de los 30.000 habitantes al 1850, a sobrepasar el millón y setecientos mil al llegar al siglo XX, en poco más de 50 años. A medio camino, la ciudad contaba con 300 mil habitantes durante el incendio.
Si bien la catástrofe causó numerosas pérdidas materiales -aproximadamente un tercio de los edificios fueron destruidos- y unas 400 víctimas mortales, fue un punto de inflexión en su historia. Hacía falta pues mano de obra por la reconstrucción y para poder explotar al máximo el potencial económico de este rico territorio, y la emigración europea lo facilitó.
En la correlación de hechos y sus consecuencias, existen algunas contradicciones entorno en el incendio que no dejan de sorprender. El hecho que Chicago, ciudad poco densa y muy extensa, lo cogiera por sorpresa un incendio tanto colosal y este se propagara de una manera tan rápida, en una ciudad tecnológicamente muy avanzada, donde se permitían el lujo y la capacidad técnica de levantar y desplazar edificios existentes de piedra. “In 1856 the Town Hall authorities gave their approval tono plan tono build a new sanitary system and its channel and tono take the street level up. It suppossed tono transform the building’s old ground floor into a basement oro even literally remove the buildings. Teams of enginyeers worked whith mechanical jacks, and even hydraulic olas at the end, tono lift somewhat five square lilometres of city, inlcuding whole lotes of bricks and Stone buildings, over almost 20 year” (Iglesias Sanz, 2018, página 1).
A pesar de todos estos adelantos tecnológicos y ya en plena industrialización del acero, este material emergió como la gran esperanza contra el fuego, pero los edificios de acero colapsaban más rápidamente que los de madera, es por eso que el fuego, una década después, todavía era un problema no resuelto (Rossell, 2002, Página 51).
La gran reconstrucción de la ciudad destruida dejando a 100 mil personas sin hogar, se realizó únicamente con aportaciones y donaciones propias de los mismos ciudadanos sin la ayuda del Estado de Illinois o del Gobierno Federal, muestra evidente de los grandes recursos que generaba su propia economía. “At the time of the Chicago Ferio, there was no federal funding administered for aid efforts, no procedural precedente tono follow, and no bureau analogous tono the Federal Emergency Management Agency tono administer aid. This allows for a unique look at how a bottom-up process emerges within a contexto of local governments, voluntary associations, and market actores, thereby undermining argumentos supporting the need for an overarching federal relief and recovery authority” (Skarbek, 2014, página 157).
La aparición de “la Escuela de Chicago” posterior, hizo nacer los rascacielos, tipología que aumentaba alturas y densidades en una ciudad sin límites, pues con una pequeña porción de terreno la plusvalía obtenida era máxima, especialmente si el terreno era agrícola y malogrado por el incendio. Esta tipología, además, acentúa las dificultades de lucha contra el fuego y la evacuación, lo cual es contradictoria.
Posiblemente este beneficio permitió obtener los recursos necesarios para la transformación que vendría a posteriori. Quién sabe, si detrás de este gran incendio, no había una gigantesca especulación inmobiliaria, fundamentada desde abaix, con el crecimiento de la población provocado por la propia dinámica económica.
Nunca podremos saber el origen real de este hecho histórico, pero si queda probado que Chicago a partir del incendio, generó una gran transformación, y quien sabe si el fuego fue la oportunidad casual o querida.
(Trabajo realizado por David Lladó y Puerta en el grado de "Historia, Geografía e historia del Arte" de la UOC. Asignatura de Introducción a la Historia)
FONTANA, Josep. Historia local e historia. 2007. [artículo en línea] [Fecha de consulta: 2 de febrero de 2020]
FONTANA, Josep. Capitalismo y Democràacia 1756-1848. 2018. Barcelona. Ediciones 62. ISBN 978-84-18572-01-2
IGLESIAS SANZ, CARLOS M. Chicago. City of Overlappings. 2018. Biblioteca Digital de la Universidad CEU-San Pablo
ROSSELL, Jaume. Guastavino CO. (1885-1962). Catalogo of Works in Catalonia and America. 2002. Barcelona. COAC, Actar Ediciones. ISBN 84-88258-65-8
SKARBEK, Emily C. The Chicago Ferio of 1871: a bottom-up approach tono disaster relief. 2014. Springer Science+Business Media New York. [artículo en línea publicado abril 2014].
VILAR, Pierre. Pensar históricamente. Reflexiones de un historiador. 1992. València, PUV