Ayer fui al colegio de aparejadores a dejar una muestra aluminosa y he dejado el coche al aparcamiento de este magnífico edificio David, en la calle Aribau, uno de los pocos que en Barcelona con el estilo Escuela de Chicago. Fantástico neoclásico del 1931, con las ventanas apaisadas, capiteles jónicos, un frontón neoclásico. Me encanta.
Se obra de Ignasi Mas Morell, autor de los almacenes Damians en la calle Pelai, o la ampliación de la plaza de toros Monumental, entre muchos otros. Un arquitecto a medio camino entre el modernismo y el novecentismo.
Este edificio es particular pues tiene una rampa helicoidal que te lleva a todas las plantas. Actualmente hay un aparcamiento, pero también se puede subir hasta la última planta de oficinas y aparcar delante. Realmente único.
Esto es porque cuando se construyó fue la sede del aparcamiento y taller de la flota de taxis David, empresa fundada 15 años antes por Josep Maria Armangué, que fabricaba sus propios automóviles pero en uso exclusivo de taxi.
Le puso el nombre de David, porque al empezar competía con otras empresas más grandes como la Hispano Suiza, también de Barcelona. Llevaba una estatua de David de Michelangelo Buonarroti a la punta delantera.
Al 1924 el Ayuntamiento aprobó el uso obligatorio del taxímetro e impuso tarifas que se podían identificar con una raya pintada bajo la ventana del pasajeros y la parte posterior de cada taxi: blanco por 40 céntimos por kilómetro; rojo por 50 céntimos; grog por 60 céntimos; y moratón por 80 céntimos por kilómetro.
En aquella años acabó siendo la compañía más importante de taxis con 1.000 unidades. Pero con la exposición del 1929, empezaron a aparecer como setas muchas compañías más, y también la guerra de precios entre ellas. Además había ya metro y tranvía (y los primeros semáforos!!)
Después del expo muchas empresas cerraron y hubo una crisis agraviada por el crack del 29. David tuvo que crear una filial low coste que se decía Goliath, en contrapunto del modelo David más lujoso con chófer uniformado.
Al 1930 el Ayuntamiento impuso una tarifa única de 60 céntimos por kilómetro, la del color amarillo, que supuso institucionalizar el color característico de los taxis de Barcelona sobre un fondo negro que era el color habitual de los coches de la época. Por eso sueño como sueño, por el amarillo de la tarifa.
Con la guerra los taxis los colectivizaron y la empresa, si bien continuó después, acabó plegando. Llegaron a hacer un coche eléctrico pero ya eran tiempo de motores de gasolina.
Pero el edificio todavía está. Hacia los 60/70 apareció el Drugstore David, muy relacionado con la modernidad de “Tuset Street” y la Gauche Divine. Un pequeño espacio de “libertad”.
Y todos los locales míticos como la cueva del Dragón, Flash Flash, ,...toda la modernidad de la época franquista.