El bajo índice de fecundidad en Europa y sus implicaciones globales

29/12/2024
David Lladó i Porta

MUNDO

Un ejemplo reciente observado en mi barrio pone de manifiesto un problema creciente en el ámbito económico y laboral. Un establecimiento comercial recientemente reformado, concretamente una vermutería, lleva cerrada más de cuatro meses a pesar de la significativa inversión realizada por sus propietarios. Las causas de esta inactividad pueden ser múltiples, pero según los rumores recogidos entre los vecinos, la dificultad para encontrar personal sería el principal motivo. Este fenómeno, lejos de ser un caso aislado, se percibe como una tendencia cada vez más habitual en el contexto socioeconómico actual, lo que me lleva a reflexionar sobre esta cuestión.

En el ámbito europeo, la situación demográfica actual se caracteriza por una tasa de fecundidad persistentemente baja, una tendencia que se ha mantenido durante décadas. Ningún país del continente alcanza el umbral de 2,1 hijos por mujer, considerado necesario para garantizar el reemplazo generacional. Esta problemática, sin embargo, trasciende las fronteras europeas y se manifiesta también en muchas otras sociedades desarrolladas y en economías emergentes. Incluso en algunas regiones menos desarrolladas se observa una caída progresiva de la natalidad.

Las causas del descenso de la fecundidad son diversas y multifactoriales. Entre los elementos destacados, cabe mencionar los cambios en los patrones sociales y económicos. El incremento de la participación femenina en el mercado laboral, el retraso en la edad de maternidad y las dificultades para acceder a viviendas asequibles son factores determinantes. Asimismo, la inseguridad económica y el aumento de los costos asociados a la crianza de hijos contribuyen significativamente a esta tendencia. Al mismo tiempo, la mayor disponibilidad de métodos anticonceptivos y un cambio en las prioridades individuales han consolidado esta disminución de la natalidad.

El impacto del descenso de la fecundidad se hace evidente a escala global. Sin el incremento constante de la esperanza de vida, que compensa parcialmente la baja natalidad, la población mundial ya habría comenzado a disminuir hace años. En algunos países, como China, este fenómeno ya es una realidad. La reducción de la población plantea desafíos considerables, especialmente para economías basadas en el crecimiento continuo e ilimitado. Una disminución del número de jóvenes afecta negativamente la fuerza laboral y aumenta la presión sobre los sistemas de pensiones y sanidad, ya que una proporción creciente de la población estará compuesta por personas mayores.

La economía global, tal como está estructurada actualmente, depende de un crecimiento constante de la producción y el consumo. La disminución de la población en la base de la pirámide demográfica pone en riesgo este modelo, reduciendo tanto la demanda interna como la capacidad productiva. En este contexto, los flujos migratorios se perfilan como una herramienta clave para mantener el equilibrio demográfico y económico. La migración aporta nuevas generaciones que pueden cubrir las necesidades de mano de obra y consumo, especialmente en los países desarrollados. Sin embargo, hay que considerar que muchos países que actualmente suministran población migratoria, como Marruecos, Rumanía o varias naciones sudamericanas, también están experimentando un descenso de la fecundidad y podrían necesitar retener a sus habitantes en el futuro. Este hecho pone de manifiesto la necesidad de una visión global en la gestión de los movimientos migratorios.

Además de promover flujos migratorios, es necesario implementar políticas que fomenten la natalidad. Medidas como permisos de maternidad y paternidad más amplios, subsidios para la crianza y horarios laborales flexibles podrían contribuir a mitigar parcialmente esta problemática. No obstante, es importante reconocer que la baja fecundidad es un fenómeno global que probablemente perdurará. Por lo tanto, es necesario replantear el modelo económico mundial para adaptarlo a una realidad demográfica diferente. Un enfoque que priorice la sostenibilidad y la redistribución de los recursos podría ser más adecuado para un mundo con una población estabilizada o en decrecimiento.

En definitiva, el descenso de la fecundidad supone un reto de grandes dimensiones para las sociedades contemporáneas. Europa ejemplifica esta problemática, que ya es compartida por otras regiones del mundo. La combinación de políticas proactivas, gestión responsable de los flujos migratorios y una reformulación del modelo económico será esencial para afrontar los desafíos que plantea esta nueva realidad demográfica. Pensar en el decrecimiento como una estrategia viable no es solo una opción teórica, sino una necesidad pragmática para garantizar el bienestar colectivo en las próximas décadas.

Tasa de fecundidad, total (nacimientos por mujer) | Data