CASARAMONA O EL EDIFICIO QUE ME ACOMPAÑA

27/01/2011

ARQUITECTURA BARCELONA

Hoy he vuelto una golpe más del CaixaFòrum, un edificio que me sigue las pasas profesionalmente desde hace más de doce años. Curioso el encargo que recibido  recientemente de participar en la colocación del Elefante Derecho de Barceló ante el CaixaFòrum, seguramente el trabajo más divertido que he hecho nunca. Justo hoy que hemos dado por finalizada la obra con la retirada del “bitxo”, por casualidad he hablado con Paulino Vicente y Robert Brufau, mi maestro en la rehabilitación de edificios, y dos de las personas que me acompañaron en aquella aventura, y por las cuales siento un profundo respeto personal y profesional. A veces la vida te hace vivir unas casualidades que costa de entender pero que, sencillamente, pasan.

Todavía me enrecordo perfectamente cuando en 97′ Robert me pidió si quería participar en el proyecto de rehabilitar la antigua fábrica de Can Casaramona de Josep Puig y Cadafalch. ‘Serán tres meses’ -me dijo- que se convirtieron en cuatro intensos años. Aquel mismo año empecé unas colaboraciones puntuales con Robert Brufau y Asociados que se convirtió en un trabajo de seis años y que me llevaron a ser socio de la empresa.

Recuerdo perfectamente también el día que entré a Can Casaramona por primera vez y que me presentó a los Project Managers de la obra -en Marçal Roig y sus chicos- como el especialista en rehabilitación del despacho cuando no llevaba muy más de dos o tres meses trabajando con él. Ahora que han pasado muchos años, como los secretos de la CIA, lo puedo desclasificar. Algo habría visto para confiar tanto en mí, dejar aquel proyecto en mis manos y hacerme participar en el mejor encargo del despacho de aquel momento. No hay que decir que me sentía un privilegiado, un hombre con suerte, si be aquello me comportó más de un problema con algún compañero que, seguramente, había hecho más méritos y disponía de más conocimientos que yo. Pero Robert me eligió a mí, supongo porque necesitaba un todoterreno que supiera capear todas las situaciones de una obra tanto compleja, alguien que pudiera amorteïr todas las veces, un arquitecto con ganas de aprender en definitiva. Siempre le estaré muy agradecido.

El CaixaFòrum a más té un significado muy grande a nivel personal, pues la noche que estábamos imprimiendo los primeros planos, nació Adrià. Carmen, mi mujer me trucó a las dos diciendo que había roto aguas y fue Paulino quién, finalmente, los libró el día siguiente. Para acabarlo de redondear, la mañana después de la fiesta de inauguración del centro, cuatro años más tarde, nació Mireia. Así pues, Casaramona y Puig y Cadafalch estarán  ligados a mí por siempre jamás. Todavía no se como no se los he puesto Josep y Ramona a mis hijos.

Cuando Robert me comentó que haríamos un sótano bajo el edificio con un ingenioso sistema de sostén con micropilotos, me pregunté más de una vez porque me había puesto en aquel jardín. Aquello que hemos visto en la plaza de las Arenas recientemente, lo varem experimentar y con éxito, a Can Casaramona. Había que construir un sótano sin tocar el edificio originario, mediante la colocación de nuevos pilares y excavar un nivel por debajo. Fue muy interesante pasearse por el edificio mirando los cimientos allá colgados y aguantados por un entramado de vigas metálicas. Antonio Vega, el aparejador sevillano siempre me decía: David, tú no estás acojonao?. Yo la verdad no lo estaba y así le decía todo xul.lejant, pero más bien el que estaba era fascinado.

No hay que decir que el riesgo era muy grande, puesto que comportaba aguantar aquel edificio con unos cuatrocientos micropilotos de quince centímetros de diámetro y de seis a siete metros de estatura cada uno, y el edificio de en Puig era una fábrica, por lo tanto una edificación sencilla y muy malograda por los tiempos. Por lo tanto las primeras tareas se dirigieron a mejorar la construcción original, reforzando las paredes de ladrillos, las vueltas de cañón y los pilares de fosa. Fue en este momento cuando varem descubrir algunas joyas del edificio modernista, como los arcos en la fundamentación, las vueltas de cuatro puntos en el actual Mediateca, o la escala de caracol en una de las torres. Todo ello una maravilla que me acercó al maestro Puig y Cadafalch.

La primera parte de las obras, con las que varem restaurar el edificio y generar el sótano se pararon para la exposición del ciento años del Barça, en 99, y nos dio un respiro para ver las cosas en perspectiva y trabajar en otros proyectos no menos difíciles como el Hotel Oriento, el Hotel Neri o el edificio del Annunciata de Montserrat, el actual auditorio Puig y Cadafalch. En aquellos momentos, después de aquel máster intensivo, ya me acercaba al calificativo de Robert cuando me presentó.

En poco tiempo más aparecieron a escena los japoneses. La Caixa se había gastado mucho dinero y el edificio había pasado desapercibido por los barceloneses. Empezaba la época de los arquitectos mediáticos y, el Arata Isozaki era uno de ellos. Aun así, el arquitecto sevillano no acababa de convencer a nadie.

Si en la primera fase de la obra el arquitecto autor del proyecto fue Roberto Luna, en la segunda entró con fuerza y protagonismo el nipón Arata Isozaki y su equipo encabezado por el arquitecto y buen amigo Toshiake Tange. Seguramente no han dos pueblos más diferentes en el mundo que los andaluces y los japoneses, y yo tuve que entenderme con los dos.

De los japoneses guardo buenos recuerdos y sobre todo el aprendizaje de sus métodos de trabajo, la consistencia de sus ideas y la precisión de sus líneas. Siempre intentábamos adaptar sus ideas a la manera de trabajar y construir de aquí. Cuando ya los teníamos convencidos nos decían que se lo pensarein y el día siguiente nos confirmaban la negativa a nuestras propuestas, por muy buenas y ingenioses que fueran. Esto pasaba a menudo, quiero decir, casi siempre. Para ellos era conviccióen el que creían pero para la propiedad era terquedad muy cara. Yo tuve un papel técnico destacado, no hay que decirlo, pero a veces, parecía más un intérprete o mediador, no tan para traducir el idioma o la voluntad proyectual sino para llegar a un punto medio entre las ideas de unos y la manera de ser de los otros.

Tengo muy presente el viaje que varem hacer a Cabra, en la provincia de Córdoba, para elegir las piedras blancas del acceso. Varem salir mucho dora de Barcelona, Manuel Barcina de la constructora Comsa, en Toshiake Tange de Isozaki y yo mismo, representando a Robert Brufau. Creo que alguien más de aquí, pero no lo recuerdo be, quizás Antoni Quintana de Sumasa o en Marçal Roig como project manager. El caso es que nos recibieron mucho cordero y nos llevaron a tomar tapas y finos solo llegar. Llevábamos más de cinco horas allá y no habíamos visto ni media piedra, nuestro objetivo principal, y el avión de vuelta salía en tres horas. Todavía recuerdo la cara desencajada de los barceloneses y en Tange cuando nos sacaron un planing hecho con llàpis en un papel de libreta de espiral, con tres barras: ‘extracción, transporto y colocación’. El más curioso del caso se que cumplieron con aquello que decía aquel papel, algrat todo. Yo creo que varem ir allá a comer y siempre he pensado que en otra vida querré ser andaluz sin ningún tipo de duda.

Son muchas cosas las que viví y aprender en aquellos días es por eso que con motivo del Elefante Derecho que me ha llevado a volver de nuevo al “mío” edificio he querido rememorar aquellos días tanto interesantes. De hecho, entro a menudo, como aquel padre que va a visitar a sus hijos de vez en cuando. Cuando voy, lo reviso todo, que esté en orden y en buen estado, un poco obsesivament.

Pero seguramente el mejor de aquello, más allá del que aprendí fue haber conocido y compartido un tiempo con buenos compañeros y profesionales, quienes sabe si los mejores. Siempre estaré agradecido de haber conocido en Marçal Roig, Francisco Asarta, Antoni Quintana, Toshiake Tange, Manuel Barcina, Joan Cella, Xavier Viola, Josep Lluís Escobedo, Ramon Cisa, Rafa Vall, Tagahashi y, como no, Paulino Vicente y Robert Brufau. Seguramente me dejo alguien, pero estos son los que me vienen en el jefe ahora mismo.

Cuando acabas una obra marchas sin mirar atrás y muchas veces no vuelves a coincidir nunca más con nadie. Curioso es el caso de Casaramona, pues he coincidido con muchos de ellos en otras ocasiones y guardo buena amistad con casi todos.